Brindis para la noche vieja y el año nuevo:

Por el paso del tiempo en nuestras vidas, que se convierta más en escuela que en amenaza, y nos haga más sabios, más sensatos, más humanos.

Por la gente con la que compartimos la vida, los que estuvieron algún día, aunque ahora no estén o estén lejos; los que están hoy, que sepamos cuidar unos de otros; y los que aún no hemos conocido, pero que algún día entrarán en nuestras vidas.

Por las palabras. Por su valor. Que cuando digamos «te quiero» no sea solo una forma de hablar. Si proclamamos el evangelio, que sea vida. Si hablamos de los pobres, los rotos, o los frágiles, que no sea como un eslogan lejano, sino con el corazón lleno de rostros y nombres.

Un brindis también ante el espejo. Mirándote a ti mismo, como viejo amigo, camarada, inevitable compañero de viaje. Ese yo que a veces te agota y a veces te gusta. Ese yo de manías conocidas, de miedos inexpresados, de anhelos profundos. A ese yo que es cada uno de nosotros, quiérele bien.

Y por el mismo Dios, Misterio y Promesa. El Dios que es a veces pregunta y a veces respuesta. Que a ratos es horizonte, y a ratos presencia. Que hoy te seduce y mañana te provoca. A ese Dios, señor del tiempo y de la historia, también este brindis va por vos. Tennos paciencia.

José María Rodriguez Olaizola, sj