Una voz grita: “Allanad el camino del Señor”.
Señor tú siempre nos esperas,
hasta que también nosotros
comenzamos a esperarte
y preparamos el camino para tu llegada.
Ven, Señor, a nuestro encuentro
con tu fuerza y tu dulzura.
Afiánzanos en la escucha de tu Palabra
para que transforme nuestro corazón
en pesebre acogedor.
Haznos sintonizar con tu Palabra
y también con tu silencio.
Que no seamos sordos
a la voz que grita en el desierto
y nos avisa cada día de tu llegada.
Señor, estás cerca, te esperamos,
deseamos acogerte
y te gritamos: “Ven, Señor, no tardes”.