Jesús cae por primera vez 

    Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado (Is 53,4). (Mc 8,34-35).

Meditación 

 

    Te veo, Jesús, sufriendo mientras recorres el camino hacia el Calvario, cargado con nuestros pecados. Y te veo caer, con las manos y las rodillas en el suelo, lleno de dolores. ¡Con qué humildad has caído! ¡Cuánta humillación sufres ahora! Tu naturaleza de hombre verdadero se muestra claramente en este momento de tu vida. La cruz que llevas es pesada; necesitarías ayuda, pero cuando caes al suelo nadie te socorre, es más, los hombres se burlan de ti, ríen ante la imagen de un Dios que cae. Tal vez están decepcionados, quizás se hicieron una idea equivocada de ti. A veces creemos que tener fe en ti significa no caer nunca en la vida. Junto a ti caigo yo también, y conmigo mis ideas, las que tenía sobre ti: ¡Qué frágiles eran!

    Te veo, Jesús, que aprietas los dientes y, completamente abandonado al amor del Padre, te levantas y retomas tu camino. Con estos primeros pasos hacia la cruz, tan vacilantes, me recuerdas, Jesús, a un niño que da sus primeros pasos en la vida y pierde el equilibrio, y cae y llora, pero luego continúa. Se confía en las manos de sus padres y no se detiene; él tiene miedo pero sigue adelante, porque el miedo deja paso a la confianza.

     Con tu valentía nos enseñas que los fracasos y las caídas nunca deben parar nuestro camino y que siempre podemos elegir: rendirnos o levantarnos contigo.

Para vivir la cuaresma:

     En esta cuaresma quiero aprender a levantarme de mis caídas, ¿cuántas veces?, pues hasta setenta veces siete si es necesario. Levantarme y retomar el camino, caminar, caminar, no dejar de caminar… siempre hacia delante, sin dejarme abatir por la decepción que pueda suponer cada nueva caída. Esta cuaresma quiero aprender a que los fracasos y las caídas no sólo no me detengan en mi camino hacia ti, Señor, sino que incluso me lancen a ti.