Celebramos el 800 aniversario del encuentro entre Francisco de Asís y el sultán de Egipto AI-Malik AI-Kamil, en medio del asedio del ejercito de los Cruzados a la ciudad de Damieta. Este encuentro continua siendo el emblema de la superación de las barreras entre los pueblos, culturas y religiones e inspira una estimulante tradición sobre el dialogo y la hospitalidad. Se reconoce en Francisco, no solo el modelo de una religión abierta incluso para aquellos que no se reconocen en los parámetros religiosos tradicionales, sino también un ideal de renacimiento humano integral, capaz de cruzar los limites confesionales y de marcar un camino en los momentos mas oscuros de la historia.

     De este encuentro entre Francisco y el Sultán podemos extraer unos principios básicos para el diálogo y encuentro, no sólo con otras religiones, sino con todos aquellos a los que percibimos como diferentes a nosotros:

     1. Tomar la iniciativa. Francisco no espera que el sultán vaya a su encuentro. Es él quien va al encuentro del sultán. Se sabe enviado.

     2. Ser uno mismo. El diálogo es un encuentro entre dos personas. Francisco va al encuentro del sultán en calidad de cristiano. A los hermanos que van a misiones les exige que «se sometan» a los demás, pero también les exige que «se confiesen cristianos». Va con lo que es y sin imponer nada, desde una situación de autenticidad y franqueza.

     3. Confiar en el otro. A pesar de todas las advertencias en contra, Francisco atraviesa la línea de la muerte. Confía en que los hombres tendrán una actitud abierta si uno se comporta con ellos con esa misma actitud de apertura.

     4. Arriesgarse. Francisco se arriesga en cuerpo y alma al peligro de la muerte. No tiene nada que perder. Por eso gana: la amistad del sultán y un regreso con garantías de seguridad. Quien se entrega, se arriesga.

     5. Renunciar a las armas y a la autodefensa. En la renuncia a la violencia y en la actitud pacífica está la alternativa a la cruzada. El diálogo no puede triunfar bajo la presión militar o psicológica.

     6. Compartir la vida de los hombres. No querer estar por encima de ellos, sino vivir entre ellos y con ellos, compartiendo sus mismas condiciones de vida, siendo uno más.

     7. Predicar más con la vida que con las palabras. Lo que más le impresionó al sultán no fue la palabra arrebatadora de Francisco, sino su actitud resuelta, libre en relación con las cosas terrenas y pobre. En el encuentro entre religiones, en el que con frecuencia las palabras hieren más que apaciguan, lo principal es el ejemplo de la propia vida, la hospitalidad y acogida, el amor desinteresado.

     8. Comprender más que querer ser comprendido. Con su disposición a escuchar, Francisco aprendió incluso de los musulmanes. Quiso introducir en Occidente su costumbre de postrarse a orar, a la llamada del muecín, pero no encontró ningún eco. El auténtico diálogo no es unilateral, conduce a la conversión recíproca y al mutuo enriquecimiento espiritual.

Tomado de: “FRANCISCO, EL SANTO DEL ENCUENTRO”

(Leonhard Lehmann, OFMCap)