Queremos compartir con vosotros y vosotras la alabanza al Dios Misericordioso. Al igual que a Tomás, Jesús hoy nos muestra sus llagas, nos abre su costado… nos dice sin palabras: te comprendo, te espero, ven y toca…
La pedagogía del Resucitado es la misericordia: no impone sino ofrece, no fuerza sino acompaña. Esa debería ser también la actitud de todos los que deseamos vivir su evangelio: dejarnos tocar, mostrarnos heridos pero vivos, vulnerables pero abiertos al otro.
Sólo compartiendo las llagas, sólo entrando en comunión desde el sufrimiento -no desde la superioridad- podemos ser verdaderamente pascuales, tocar todos juntos las heridas del mundo. Ahí se reconoce que Cristo está vivo.
¡Cristo ha resucitado! y queremos vivir como resucitadas.
Por eso estamos llamadas/os a vencer el miedo y caminar hacia el otro; escuchar al otro -escuchar sin juzgar-; curar sin imponer; hacer extensivo el gesto de amor de Dios que comparte nuestra carne y carga nuestras heridas.
Que podamos ofrecer la misericordia que hemos recibido.