Iniciamos el tiempo de Adviento,
tiempo de espera gozosa, activa y dinámica.
La familia franciscana queremos celebrar este año de un modo especial: el Adviento y Navidad.
Hace 800 años, en la navidad de 1223, San Francisco representó en el eremitorio de Greccio la escena del nacimiento del Señor en Belén. Su deseo es “contemplar de alguna manera con sus ojos” cómo en aquel Niño de Belén aparece el amor de Dios que se abaja hasta compartir nuestra humanidad y fragilidad, para hacernos compartir su plenitud de vida.
Francisco nos invita a detenernos, mirar y contemplar asombrados:Hay un Dios que anhela estar continuamente con nosotros, caminar a nuestro paso, conocer en su propia carne nuestros gozos y nuestras dificultades.
Con la gente de Greccio, sencillos campesinos, prepara el pesebre, el heno, lleva el asno y el buey… pero en vez de una imagen del Niño, celebra sobre el pesebre la eucaristía: el sacramento de su presencia. “Belén” es la “casa del pan”.
El Señor sigue naciendo donde nos reunimos a recordarlo y celebrarlo, a comer su pan de vida y compartirlo con los demás.
Francisco quiere celebrar la Navidad unido a la gente del pueblo, de la comarca. Quiere celebrarla en un lenguaje comprensible para todos, como lo hace el mismo Dios: un pesebre, un poco de heno… cosas de la vida diaria de aquella gente.
De este modo Francisco nos invita también a que en las cosas diarias de nuestra vida descubramos la presencia del Señor que ha puesto su tienda entre nosotros.
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